viernes, 9 de noviembre de 2007

¿Queremos jalogüin?

Aprovechando la temporada de estrenos de cine de terror y el día de asueto del viernes 2 de noviembre fui a ver la entrega más reciente de las películas de Halloween, dirigida por el maestro Rob Zombie, fundador, vocalista principal, escritor y caricaturista de la banda White Zombie.

La película es un remake de la original Halloween de 1978 de John Carpenter y creo que la película si bien no es mejor que la de hace casi 30 años, cumple con las exigencias de los fans de este tipo de películas, más que de terror es un festival gore desatado por el esta vez enorme (de tamaño) Michael Myers. El Doctor Loomis ahora está interpretado por un envejecido Malcom McDowell que está a años luz de aquel Alex que se juntaba con sus drugos para tolchoquear chelovecos y molestar devotchkas.

En la cartelera actual hay dos o tres opciones de películas que se ven muy interesantes, van mis sugerencias, las comentaré aquí una vez que las haya visto. Incluyo las ligas a rotttentomatoes.com para que vean qué dicen los críticos de estas películas.

Luz Silenciosa
La cambiadora de páginas
Michael Clayton

Por su propio bien eviten el remake de Hasta el viento tiene miedo, en particular si vieron la versión original, Andreaaaa......

Yo sé que hablar bien o mal de una película es una cuestión puramente subjetiva pero cuando se hace un remake de una película considerada de culto, pues deberían respetarse ciertas normas, a continuación les reproduzco (sin autorización) lo que escribió José Felipe Coria en El Financiero que no coincide nada con las apreciaciones vertidas en diferentes medios en donde alaban a esta película casi como lo máxima creación. (Top Magazzine de Reforma, Proceso, Cinemanía, Rolling Stone y Chilango entre otras)

Hollywood & WienJosé Felipe CoriaLunes, 5 de noviembre de 2007Miedos.

Hasta el viento tiene miedo (1967, Carlos Enrique Taboada) fue uno de esos raros filmes que buscó entrar a la sensibilidad popular sin traicionar las reglas de un género esquivo, la mayoría de las veces promotor de ridículos títulos y peores resultados. El M-horror, o el cine de horror a la mexicana, lejos ha estado de entregar al menos un producto digno. Este título de Taboada se salva, con mucho, por su eficaz observación del mundo femenino, sus implicaciones erotanáticas, y su gusto por la sutileza como estilo al servicio de una historia de fantasmas. El filme ha envejecido con cierta dignidad y si alcanza un estatus de clásico en gran parte se debe a su estupendo reparto y a que Taboada se tomó la seriedad de crear una atmósfera verosímil para una historia en la que importa mucho más lo que se infiere que lo que se ve. O sea, que es un filme de insinuaciones antes que uno de evidencias contundentes. El estilo visual es funcional, sin ningún adorno, excepto para retratar esa angustia y el miedo que genuinamente se trasmina por los intersticios de una trama alejada de estridencias, pero puesta al servicio de una evidente fragilidad tanto emocional como visual.

Cuatro decenios más tarde, y para estar acorde con la moda de los tiempos; o sea, con el remake, la nueva versión de Hasta el viento tiene miedo (2007, Gustavo Moheno), adolece de todos los aciertos de la versión original queriendo enmendarle la plana. Es así que lo que en el filme original era búsqueda de una sensibilidad popular, aquí es recuento de todas las ideas sobre fantasmas que andan en boga, lo mismo del reciente cine estadounidense que de la exitosa vertiente del J-Horror del cine japonés de horror. Asimismo, la eficaz observación de lo femenino se transforma en feria de fetichismos machistas, desde el voyeurismo cosificador hasta la exhibición impúdica de gratuitas desnudeces púberes a ritmo de "tubo, tubo, tubo", tal cual lo exige el doblez moral actual. Y ese gusto por la sutileza de Taboada se echa a la basura para evidenciar el sórdido melodramón vergonzosamente lésbico que provoca la tragedia en donde vale madres si hasta el viento tiene miedo porque este, elemento de la naturaleza omnipresente en el filme de Taboada, está por completo ausente, confirmando cuán ridículo es este remake. Ya nada se infiere ni se sugiere: es un rutinario filme obvio con fantasmita atrapada y rencorosa que no cesa hasta cumplir su venganza. Eso sí, se estiliza el filme con sinnúmero de lugares comunes para volverlo simple candy eye.

Ahora, la aterradora historia de ese internado para señoritas queda en versión aguada de otra escuelita cara para Niñas mal (2007, Sariñana), y hasta con el mismo personaje (la sobrevalorada Martha Higadera, en plan de eterna quinceañera que nunca madura y que cree que la sobreactuación es motivo suficiente para el aplauso). La variante a la trama, para estar en onda con un tema actual, es la anorexia, lo que justifica que sólo son seis las pirruras aisladas en sepa la chingada dónde por sus Malos hábitos (2007, Bross). Al igual que en Niñas mal, las forzadas protagonistas, cada una representante de una especie de actitud, de supuesta rebeldía, de probable autismo, de constante provocación, de inevitable obligación de andar de chingaquedito, de precoz adicción a las pastas, de eterna bronca preparatoriana por babosadas de toda laya. Las nuevas niñas mal en nada difieren de sus infantilotas predecesoras, incluida la fracasada suicida grotesca que aislada no mejora pero al menos se conforma con sobrevivir para seguir en la trama. Hasta que se pone tamaño madrazo del que sobrevive... ¡por catatonia!

La cámara pretende retratar a estas nuevas niñas mal desde diversas perspectivas que cree audaces y dinámicas, como sus baratos encuadres holandeses que no pasan de ser chuecotes planos con expresividad cero, que nunca hacen avanzar la trama, ni logran crear un suspenso exigible para semejante cinta, ni mucho menos dejan adentrarnos sobre la compleja psique, por completo desperdiciada, del nuevo personaje Josefina (Danny Perea, en plan de robarse la peliculita como la nueva Elsa Aguirre). Si el estilo funcionalista de Taboada se había mostrado efectivo, el estilo relamido de Moheno apenas sirve para los abusivos fetichismos sexosos que nunca apuntan a una mayor profundidad expresiva ni fomentan la comprensión o la identificación con los personajes, de tan elemental trazado, que el terribilísimo lesbianismo, cuando aparece, a nadie escandaliza, mucho menos la solución del conflicto con su vuelta de tuerca final, en el fondo predecible por rebuscada y gratuita.

Hasta el viento tiene miedo es como la mayoría del M-Horror: ideas recicladas de éxitos pasados; "originalidad" que convierte lo sutil en obvio; dependencia de lugares comunes recientes para el marketing. Sí, Hasta el viento tiene miedo... pero de amanecerse como versión subnormal de Niñas mal. Esto sí, qué miedo.

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